H. Ayuntamiento de Tijuana - SDUE

La Ley de Catastro Inmobiliario del Estado de Baja California vigente se promulgó el 30 de junio de 1994 y se publicó en el Periódico Oficial del Estado el 02 de septiembre de 1994, otorgándole las facultades a los Ayuntamientos para su operación y funcionamiento. Estas facultades están a cargo del presidente municipal y son ejercidas por el titular del Catastro, quien tiene la autoridad suficiente para su operación. Anterior a esa fecha, el Catastro era operado por el Estado, a través de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas.

Inicialmente Catastro se formó como Dirección. En el año de 1996, se integra como Subdirección de Administración Urbana. Es en la Administración Municipal del 2007 cuando se vuelve a convertir en Dirección de Catastro, actualmente dependiente de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología.

El artículo 36 de nuestra carta magna establece la obligación de los ciudadanos de la República de inscribirse en el Catastro manifestando la propiedad que el mismo ciudadano tenga. El artículo 31 fracción IV de la Constitución, también establece que es obligación de los mexicanos, contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como del Distrito Federal o del Estado o Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes.

El 11 de julio de 1889 se firmó el convenio que concluyó el litigio, que sobre los terrenos del rancho Tijuana sostuvieron por largo tiempo los herederos de don Santiago Argüello. A dicho convenio se le anexó un plano de fecha 15 de junio del mismo año, con el nombre de Mapa del pueblo Zaragoza proyectado para localizarse en terrenos del rancho de Tijuana. Su elaboración quedó a cargo del ingeniero Ricardo Orozco, inspector federal de la Secretaría de Fomento, comisionado para informar sobre la situación real de los proyectos desarrollados en Ensenada por la International Company of México.

El propósito de este trabajo es iniciar un estudio valorativo sobre dicho mapa, puntualizar en sus características físicas y funcionales y destacar con particular atención su significado y trascendencia para Tijuana. El tipo de explicación que pretendemos abordar es la que se refiere a las intenciones que se encuentran tras el hecho histórico, para conocer a los hombres que forjaron esas ideas. No tenemos suficientes datos biográficos del autor, pero tenemos una concreción de su pensamiento y, por lo tanto, podemos acercarnos a conocer al hombre y al grupo al que pertenecía. En nuestro caso particular, tenemos a la vista un plano que muestra claramente una serie de características urbanas que identificamos al relacionarlas con el momento histórico que se vivía en la época de su elaboración, tanto en nuestro país como en la Europa del siglo XIX; dichas características son:

a) La preeminencia visual de la plaza Zaragoza, b) las cuatro plazas menores, c) las diagonales que dominan fuertemente el conjunto, d) la línea divisoria entre México y Estados Unidos, e) el río Tijuana, f) la avenida Internacional, en la esquina superior derecha (esta última se sobrepuso al antiguo camino que comunicaba a la vecina población de San Diego, California, con el sur de la península y viene a constituir el único elemento asimétrico en el plano que coincide con el eje de la avenida Internacional), g) la vía del Ferrocarril Peninsular y h) la estación de pasajeros del mismo, un poco al sur. Al respecto cabe preguntarse: ¿qué significado tenían todos estos elementos de diseño urbano? ¿por qué no se trazó la nueva población en forma más sencilla similar al tipo americanizado, como se hizo en las poblaciones de Ensenada y Mexicali, Baja California y Nogales en Sonora? o ¿por qué no fue de tipo colonial, en el cual se asignaba un sitio preponderante a la iglesia en la plaza central, junto con otros edificios de gobierno? ¿qué significado tenían las avenidas trazadas en forma diagonal? ¿por qué la jerarquización entre la plaza central y las plazuelas secundarias? ¿por qué de la nomenclatura tanto del plano en sí, como de sus calles, avenidas y otros elementos urbanísticos?

Las diagonales del Mapa Zaragoza conllevan la perspectiva; la uniformidad supedita lo particular a la ley del conjunto; nada perturba la continuidad de sus líneas que enfocan hacia la plaza monumental. La perspectiva suponía la contemplación del mundo desde un solo punto de vista, desde un ojo único que abarca todo el conjunto, pero a diferencia de la concepción del barroco y del neoclasicismo europeo, en que a través de la perspectiva se manifestaba el poder humano o del príncipe, en este proyecto de traza urbana, la visión focal o centralista coincide con el ideal libertario personificado en la figura del general Ignacio Zaragoza, campeón de la lucha por la emancipación mexicana del tutelaje extranjero. La nomenclatura de las avenidas refuerza aún más este significado de libertad, al darse a éstas los nombres de los principales actores que a través de la historia se distinguieron en esta lucha, desde la época de la Independencia hasta la Reforma.

Es interesante observar, como otras manifestaciones del afán ordenador, la colocación alfabética de la nomenclatura en las avenidas, y numérica en las calles. Así, de poniente a oriente tenemos las avenidas Allende, Bandini, Corona, etcétera; y de norte a sur, las calles la, 2a, 3a y siguientes.

El mapa responde al tipo de ordenación perspectivista, en cuyo punto focal se localizó la plaza monumental, dedicada a servir de marco, con toda seguridad, a la estatua del libertador que da nombre a este proyecto urbano.

De la plaza Zaragoza surge el nuevo orden, la nueva libertad, de aquí parte todo lo que conforma el conjunto y es la razón de su ser. Todo está dispuesto de acuerdo al plan. Se conjugan así el afán de magnificencia propio del urbanismo neoclásico europeo y el deseo de exaltar el nuevo orden de carácter centralista, vértice de todo el sistema político mexicano imperante en esa época.

El mapa del pueblo Zaragoza, proyectado para localizarse en los terrenos del rancho de Tijuana, Baja California, México, representa un ejemplo del orden positivista mexicano idealizado en un proyecto urbano, posiblemente único en el país, en el que tomó forma la utopía de los inicios del porfiriato, cuando se creyó posible liberarse de las ataduras del pasado para emprender la ruta del dogma del progreso sin límites, pletórico de promesas para la totalidad de los ciudadanos.

Sin embargo, en la esencia de Tijuana se siguen mezclando la utopía y la realidad, los sueños y las realizaciones, tal como aparecen mezclados en su configuración urbana los rasgos que dejó la utopía modificados por la realidad: desaparecieron las diagonales, las glorietas, la plaza principal y tres cuartas partes de su trazo original, pero en el corazón de la Tijuana actual siguen vigentes las primeras calles y avenidas e incluso algunos nombres de éstas, tal como aparecieron en el proyecto original del pueblo de Zaragoza.

Y estos signos perennes, constituidos por las calles del centro de la ciudad, simbolizan otra realidad más profunda, nuestra propia permanencia como verdadera mojonera, no la de granito que aparece en las viejas postales y que aún está enhiesta ahí, sino la recia mojonera del espíritu, que implica nuestra responsabilidad histórica de mujeres y hombres de frontera, fincados en los valores de nuestra cultura y abiertos a la universalidad.